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El Quercus faginea, comúnmente conocido como quejigo o roble carrasqueño, es un árbol caducifolio o marcescente (sus hojas secas permanecen en el árbol hasta el final del invierno) perteneciente a la familia Fagaceae. Alcanza entre 10 y 25 metros de altura, con una copa amplia y redondeada. Sus hojas son de tamaño mediano, con bordes dentados y un color verde intenso en el haz y más pálido en el envés. Este árbol es característico de regiones mediterráneas con cierta influencia atlántica, encontrándose en la Península Ibérica y el norte de África. Su madera es dura y resistente, usada tradicionalmente en construcción y como leña. Además, tiene un papel ecológico relevante como refugio y alimento para diversas especies animales.
El cultivo del quejigo requiere suelos bien drenados, preferentemente calizos, aunque tolera suelos pobres y pedregosos. Es una especie adaptada a climas mediterráneos, soportando bien la sequía estival, pero agradece precipitaciones moderadas. Se planta preferiblemente en otoño o primavera, en áreas soleadas o con ligera sombra. Aunque es resistente, durante los primeros años necesita riegos regulares para establecerse. Su crecimiento es lento, pero una vez consolidado, apenas requiere cuidados, siendo ideal para proyectos de reforestación y recuperación de áreas degradadas. La poda se limita a la eliminación de ramas muertas o malformadas.